Hugo Avanez, Director Creativo Digital
No mientas, todas, todos y todes (sí, con la “e” aunque te moleste y se te vaya la boca chueca porque “están deformando el lenguaje”, peor aún, citando a la RAE, ¿really?), en el día a día, hemos escuchado en algún punto de nuestra efímera existencia la siguiente frase: “Esa es música de gays”, o peor, “música de pu*os”, pero, ¿a qué podríamos referirnos bajo esta premisa?
Sabemos que la gente lo hace desde un punto de vista peyorativo, pero culturalmente hablando, ¿realmente existe la “música de gays”?
La respuesta es obvia, y parte de un claro sentido de pertenencia, como la música que acompaña al movimiento punk o el hip hop enarbolando principios y credos muy específicos que guardan en sus raíces el descontento y la marginación social como una forma de liberación.
No hay mejor forma que apropiarse del término “música de gays” así como los improperios para referirse a miembros de la comunidad LGBT+, como dirían por ahí, si otrx LGBT+ te llama –jota, vestida, trailera- te ríes y le shadeas porque es tu igual, pero si un cis lo hace, entonces DEBES DEFENDERTE porque sabes que esa palabra sí va cargada de odio…
La asociación de la “música de gays” y la comunidad tiene su origen desde los lugares clandestinos frecuentados en décadas pasadas, el famosísimo Stonewall Inn, y los bares que más adelante, sirvieron como el ágora para reunirse y vivir en libertad lejos de la discriminación (el safety place), cuyas paredes entonaron al unísono las canciones que conformaron la identidad de la comunidad, dando lugar al nacimiento de grandes himnos.
¡Vivan las mujeres y los jotos!
Si nos ponemos a pensar, lxs LGBT+ y los movimientos por la liberación femenina tienen en común la opresión del sistema patriarcal, por ello, no es de extrañarse que la mayoría de la comunidad tenga como referente musical a una mujer que al igual que ellxs ha tenido que sobrevivir el encono de la sociedad.
Así, figuras como Madonna, Diana Ross, Donna Summer, Aretha Franklin, e incluso, Patti Smith se colocaron como un referente de lo que significa vivir, e innovar en una industria dominada por hombres en la que toda mujer que se atrevía a desafiar las normas era duramente criticada, como Rafaella Carrá, cuya música se ha vuelto a colocar en el mapa gracias a Tik Tok, pero que en su época fue censurada por “inmoral”.
Y aunque figuras como David Bowie, Prince o Elton John, también daban de qué hablar con su imagen, el estilo bailable de la música disco en los sitios underground se volvieron la amalgama perfecta para que la comunidad LGBT+ la adoptara como sinónimo de expresión, un soundtrack con canciones tan famosas como Y.M.C.A. de Village People, It’s Raining Man de The Weather Girls o I Will Survive de Gloria Gaynor.
Los himnos LGBT+ habrán de demostrarnos que más allá del arcoíris los sueños que te atreves a soñar se hacen realidad, o eso dice la canción Over The Rainbow, una balada escrita para la película El Mago de Oz y que rápidamente fue adoptada por la comunidad LGBT+ que encontró en ella la inspiración para seguir luchando y descubrir lo que significa vivir…such is life, similar al poderoso himno de libertad y emancipación interpretado por Nina Simone, I Wish I Knew How It Would Feel to Be Free de 1967:
“Desearía que pudieras saber lo que significa ser yo, entonces verías y estarías de acuerdo que todos debemos ser libres”.
¿A quién le importa?
En el caso de la comunidad LGBT+ “alternativa” bandas como Soft Cell o Bronski Beat se encargaron de ponerle encanto a la década de los 80´s, esta última liderada por Jimmy Somerville, cantante y activista que, contrario a George Michael, Boy George o hasta Freddy Mercury, asumió su homosexualidad para componer canciones con letras repletas de mensajes politicos, sociales y autobiográficos (como la violencia que recibió debido a sus preferencias sexuales) plasmados en el disco The Age Of Consent de 1984.
Vale la pena mencionar esta parte de los LGBT+ “alternativos” porque hasta la fecha ha habido discrepancias, por un lado, aquellos que adoran escuchar “música gay” y por el otro, quienes se jactan de “ser diferentes” desde lo que escuchan. Y está bien no sentirse identificados, lo que no está cool es señalar, suficiente lo han hecho los prejuicios allá afuera para que entre nosotrxs sigamos el mal ejemplo.
Conviene más convivir desde el respeto a la música ajena, entendiendo que la “música gay” no es más que el soundtrack de este arcoíris llamado vida, con todos los altibajos que implica, las alegrías y los sinsabores resultado de una lucha que poco a poco rinde frutos, símbolo de orgullo por quienes somos, un homenaje para recordar a aquellxs que caminaron para que nosotrxs pudiéramos correr, y que ahora, a través de un gran panorama de géneros o movimientos musicales nos permite sumar más canciones al catálogo de himnos personales o colectivos, desde The XX, Troye Sivan, Anohni, hasta Idles.
Así que pon la música gay que prefieras y siéntete en libertad de soltarte el cabello, vestirte de reina, meterte al slam, o ponerte estoperoles.