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Home > Licuadora  > BTL  > “Perdón por la Interrupción ??”

Pedro León / Director Creativo

Ponte en el papel de un inspirado escritor. Frente a ti, la maravilla de la hoja en blanco y, dentro de tu cabeza, hace ignición una gran idea: estás a punto de escribir una historia de una sociedad utópica, perfecta y equilibrada. Las palabras fluyen y se convierten en imágenes vívidas, que describen a la perfección paisajes, personajes y momentos de ensueño. Desde tu mente, comienzan a nacer escenas increíbles que son el reflejo de tus grandes anhelos, de lo que para ti sería el ideal de la coexistencia humana.

Y ahora, detengo de golpe esta ideación y te hago una apuesta: porque estoy totalmente seguro del hecho de que, en ese escenario idealizado, nunca pensaste ni remotamente en la publicidad. No, no te detuviste a imaginar una cartelera con un descuento de temporada en medio de tu mundillo idílico.

Porque, para desgracia de casi todos (y fortuna de algunos cuantos), no vivimos una realidad quimérica y tenemos que navegar en una cotidianeidad donde nuestra felicidad a veces se ve interrumpida por una pequeña pausa comercial.

¿Esto hace que la publicidad sea mala? Ni por asomo, simplemente es necesaria. Porque nuestra misma naturaleza imperfecta nos lleva a siempre buscar competir y tratar de destacar, creando momentos perfectos para que las marcas hagan llegar sus mensajes justo cuando la gente está disfrutando de lo que más ama. Mientras le grita con fervor religioso a su equipo de fútbol frente a la TV, en medio de su playlist pensada por horas en una plataforma de streaming o antes de abordar el vuelo al viaje que siempre ha deseado.

No se trata de romantizar el hecho de recibir miles de impactos con comunicación comercial a diario, ni tampoco entrar al discurso hipermercantilista donde se afirma que la simple presencia de las marcas en la vida de las personas es una fuente de felicidad, más bien se debe aspirar a llegar a una publicidad que llegue con mensajes que logren hacer que estas interrupciones sean lo más agradables y útiles posibles.

Para esto, la publicidad, en su inagotable vocación de adopción de tendencias y referentes culturales, se puede valer de los más variopintos recursos que van desde el cine, pasando por la literatura, transitando naturalmente por las artes visuales e irremediablemente abrevando de la cultura popular o, hasta en los casos más exitosos, volviéndose parte de ella.

Porque hay un sinfín de maneras de anunciar, promocionar o promover un producto y nuestro trabajo debe de centrarse en encontrar la que pueda hacerlo con más tino. Y sí, también se puede lograr machacando una y otra y otra vez el mismo mensaje hasta que, por simple asedio y tedio, logre un lugar en la mente de las personas, pero esto será desgastante para todos, creando un consumidor disgustado que correrá a cambiar de canal o dar un ‘skip ad’ con celeridad y una marca que caerá en el océano rojo de la irrelevancia comunicacional.

Interrumpamos, pues, de una manera inteligente, divertida e ingeniosa sabiendo que para ser escuchados, no es necesario gritar a todo pulmón mientras se estampa un logotipo o una promoción justo en la frente de las personas.