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por Alex Teper

Líder de contenidos e Innovación

Hablar de innovación hoy en día está bastaaaaante gastado y siento que ha perdido valor en su sentido más amplio y bello. Para mí puede no ser más que el intento por hacer algo distinto, más fácil, más accesible o más eficiente con lo tenemos a nuestro alcance.

Innovar se parece mucho a viajar.

Suelo acampar mucho. Viajar así me suele proponer aventura, explorar lugares y gente nueva. Me obliga a estudiar qué caminos tomar, dónde parar a dormir, qué comer… y muchas veces me encuentro en situaciones en las que tengo que tener cuidados especiales y hasta pedir consejos a extraños. De alguna manera me obliga a reflexionar y a confiar.

Viajar me propone dejarme llevar por lo desconocido y me ofrece descubrir. Me dispone a ser más consciente de mi entorno, de mí mismo, de lo que doy por sentado y me ofrece perspectiva. Me abre emocionalmente y me permite experimentar cosas que de otra forma no vivo. Viajar me fascina pero al mismo tiempo me estresa. Me estresa porque hay momentos de pensar qué hacer y cómo hacerle, de pensar en el gasto, de prepararse, organizarse, ir definiendo detalles, muchas veces coordinar con otros que traen otras ideas para el viaje… Hasta que llega el momento de salir y dejarse llevar por la aventura. Viajar es lindo aunque no siempre es cómodo ni tranquilo.

Igual que innovar.

No vengo a escribir sobre inteligencia artificial generativa, sobre interfaces biotecnológicas, de realidades inmersivas, automatización, Blockchain ni sobre ninguna innovación de moda en particular. Mucho menos vengo a dar cátedra sobre lo que es innovación. Debo admitir que mi búsqueda aquí es un tanto egoísta: Vengo a escribir sobre algunas ideas que traigo, nacidas durante distintas experiencias a lo largo de más de 2 décadas intentando generar asombro con lo que hago. Vengo con ganas de exponerles algunas de esas ideas, un par de casos y si tengo suerte, provocar reflexión, debate y curiosidad en ustedes, para que haya cada vez más intercambio colectivo y que en ese ejercicio mis propias ideas se transformen y evolucionen. Así que no crean que busco cambiarles su forma de pensar. Busco en realidad evolucionar la mía.   

Dicho esto…

No me considero necesariamente innovador. Me encanta el confort de lo conocido y me siento cómodo en lo que sé reconocer con facilidad. Amo estar en un sillón comiendo algo rico viendo Netflix. Sin embargo tengo que aceptar que padezco de un “no se qué”, una picazón que a veces me obliga a intentar hacer algunas cosas un poco distintas. Otras veces simplemente viajo.

Van algunas de las ideas que mencionaba antes:

Tratar de innovar es tal vez de las cosas más ingratas que se pueden hacer. Provocar el cambio y querer hacer las cosas diferente puede (y suele) ser percibido por algunos como un acto intrusivo, hasta agresivo y en consecuencia muy resistido. No todos están dispuestos al cambio y al igual que yo, también se sienten cómodos en su lugar conocido, mirando Netflix. 

Cuando intentes innovar te señalarán, te criticarán y te juzgarán. Porque con la innovación vienen cambios y los cambios suelen provocar incomodidad y para colmo demoran en notarse y dar resultados. Sobre todo en equipos humanos grandes. Pero lo peor de todo (recuerda esto) es que los más resistentes al cambio proyectarán sobre ti miedos, ansiedades, angustias, frustraciones y hasta te convertirán en la razón de sus propios límites. Cuando digo que es un camino ingrato, lo digo de verdad.

La innovación confronta a los audaces con los conservadores. Confronta a los experimentados con los nuevos que llegan con ideas frescas y libres de vicios. Confronta generaciones, posiciones políticas, ideologías, acuerdos éticos… y sí, también confronta a equipos de trabajo, compañeros y colegas. Y está bien.

La posibilidad de innovar obliga a tomar postura entre resistir o curiosear, entre quedarse o arrojarse. Obliga a revisar decisiones del pasado, estructuras en las que uno se siente cómodo y a veces obliga también a revisar cosas muy personales e íntimas. Cuando la innovación irrumpe, inevitablemente quedamos forzados a reimaginar/repensar el presente y el futuro, llegando a veces hasta resignificar el pasado. La innovación quiebra y transforma, querramos o no.

Innovar es un proceso necesariamente angustiante aunque también motivador y desafiante, lo cual encuentro increíblemente bello. Podemos negar la innovación, rechazarla o mirar para otro lado, pero creo con cada fibra de lo que soy, que de hacerlo estaríamos cometiendo un grave error, porque nos estaríamos aislando de la realidad y de lo que nos propone para el futuro. Pienso en cambio que si abrazamos el cambio, lo incorporamos, si elegimos vincularnos con él y nos atrevemos a explorarlo y a compartirlo entre nosotros con genuidad, entonces estaremos dando un paso evolutivo, juntos. No logro imaginar algo más bonito, inmenso e inspirador que eso.

Innovar tal vez sea la única forma de crecer. Y no hablo de tener más años. Hablo de ensanchar la vida, expandirla, hacerla más amplia, aprender constantemente en el camino con la valentía de desechar viejos elementos e incorporar nuevos mientras cambiamos para mejor. 

Hasta ahí algunas ideas (totalmente cuestionables y debatibles).

Me acuerdo perfectamente cuando en los 90s los ilustradores del papel y el lápiz empezaron a ver con miedo cómo Photoshop y las tabletas Wacom ganaban terreno. Vi como 3DMax apenas iba apareciendo en escena y recuerdo mis discusiones con la comunidad de diseñadores y realizadores audiovisuales sobre el futuro de la creación de contenido. (Yo portaba para entonces 15 años de pura inocencia y empezaba mis primeros trabajos de edición y animación mientras me vinculaba con profesionales a los que admiraba). La verdad es que sin ese tipo de cosas como la innovación digital, Toy Story (ni todo lo que vino después) jamás hubiera sido posible. La innovación asusta, sí. Pero luego nos ofrece cosas maravillosas.

Tengo 2 casos que quiero compartir con ustedes con la idea de contarles de alguna forma lo que significa Innovar para mí en términos prácticos. El primero es el caso de la típica maleta de viaje que todos conocemos. Y el 2do es el de la imprenta, seguramente conocido por muchos.

Aunque parezca loco, la maleta moderna fue un invento del Siglo XlX. Hasta fines del 1800, trasladarse a vivir experiencias con la familia hacia otros páramos era exclusivo de las clases altas, que podían darse el lujo de cargar en sus carruajes lo necesario para vivir unos días fuera de casa. La invención de la maleta vino a romper con eso para siempre. A partir de su llegada, cualquier persona, sin importar su condición, pudo transportar sus neceseres a pie, burro o caballo. Fue un cambio tan radical y popular que hasta la literatura mundial cambió, con autores como Julio Verne y León Tolstoi, que empezaron a contar y popularizar historias de viajes.

Ahora viene lo más loco. La rueda se calcula haber sido inventada en algún punto de la historia entre el 3500 y 3100 A.C. O sea, hace más de 5000 de años… pero no fue hasta 1970, es decir, hace 55 años, que un loco lindo llamado Bernard Sadow decidió innovar mezclando ambas creaciones para dar con la actual maleta con rueditas. ¿Tienen idea del impacto que eso generó en el mundo moderno? Cambió para siempre la industria hotelera, la aeronáutica, el turismo, el comercio internacional… TODO. 

Ahí les va un dato curioso con un twist de comedia: En 1969 la humanidad pisó la Luna por 1era vez. Un cohete de extrema tecnología de punta para el momento, tripulado por Armstrong, Collins y Aldrin, despegó el 16 de Julio. Ese día, los astronautas subieron al Apollo 11 CARGANDO SUS MALETAS. Je.

Ahora, segundo caso loco y con este ya cierro para no quitarles más tiempo: La imprenta. La imprenta permitió industrializar el proceso de impresión de libros, bajando costos, tiempos de producción y permitiendo la distribución masiva. Democratizó y popularizó la lectura, la cultura escrita y el conocimiento, cambiando para siempre la medicina, la educación y cientos de disciplinas y actividades. Lo que hasta ese momento sólo era posible producir artesanalmente y sólo permitía el acceso de un sector muy minoritario de la humanidad, ahora era prácticamente para todos y en todos lados. La imprenta cambió para siempre el acceso a todo tipo de contenidos a nivel mundial. ¿Les suena? No crean que el mundo nació con Internet y las redes sociales ;).

Peeeeeeeero esto no se queda ahí. Resulta que ahora la gente podía leer libros. Es decir, mirar de forma fija a medio metro de distancia un texto chiquito. ¿Y qué creen? La humanidad se dio cuenta de que tenía serios problemas para ver de cerca. ¿Se imaginan qué industria nació? Ajá… la de los lentes. Una explosión global de producción de lentes cambió la faz de la Tierra para siempre. Y sigue. Porque gracias a la invención de la óptica para los lentes, en vez de poner un vidrio al lado del otro, pusieron uno delante de otro variando su distancia, y resulta que así se podían ver las cosas chiquitas como si fueran grandes… y PUM!! El Microscopio. Una vez más cambió la medicina para siempre, se desterraron miles de mitos sobre el cuerpo humano, del mundo animal, del vegetal y la composición de los materiales, por lo tanto la química y la física, el rol de los gérmenes y los virus… y empezamos a prevenir y a curar enfermedades como nunca antes. “¿Y si hacemos los vidrios más grandes?” se preguntó uno en algún punto del tiempo… Y ZAS!. Llegaron los telescopios y con ellos se abrió el cosmos frente a nosotros junto con la capacidad de entender el lugar que ocupamos en el infinito y que la Tierra no era el centro de nada. (Gracias por siempre Galileo). Eso cambió también y para siempre casi todas las corrientes filosóficas, doctrinas, religiones y la política hasta el presente.

Todo eso arrancó entintando un pedazo de metal tallado y posándolo sobre un trozo de papel. Delirante.

Con esto termino: 

Innovar no se trata necesariamente de hacer algo radicalmente distinto, de una tecnología o de un gran invento. A veces (casi siempre) se trata de mirar alrededor, prestar atención con curiosidad lo que tenemos a mano y de tener ganas de viajar. Todo lo demás es Efecto Mariposa.

Gracias infinitas por tomarte el tiempo/espacio para leerme.

Me voy a cargar mi maleta al auto, un libro que tengo ganas de leer hace tiempo, sin olvidar mis lentes ni mi telescopio. Bye, parto hacia la montaña.

Alex.

PD1: Los casos de la maleta y la imprenta son paráfrasis de la exposición de TEDx de Gerry Garbulsky, a quien recomiendo muchísimo seguir en su Podcast “Aprender de Grandes”. 

PD2: Este post no tuvo ningún tipo de asistencia ni intervención de la I.A. 😉