Por Ameyalli Castillo Ejecutiva Comercial Jr
Hay días en los que me siento toda una líder poderosa: coordino equipos, organizó entregas imposibles y respondo correos con la calma de un monje tibetano. Y hay otros en los que terminó preguntándole a Chat GPT “cómo poner límites con elegancia sin sonar grosera”, o buscando a mi sensei con el clásico: “Oye, duda, ¿tienes un minuto?”. Vivo entre la gloria y el “¿cómo se hacía esto?” otra vez.
Ser Project Manager Jr no significa estar incompleta, sino en evolución constante. A veces resuelvo como toda una senior; otras, me toca aceptar que no nací con un manual de instrucciones. Coordino juntas, guío procesos y dirijo entregas… pero también dudo si está correcto, si estoy siendo demasiado firme, demasiado flexible o demasiado intensa por un mensaje que claramente pudo ser un correo.
Trabajar en agencia me enseñó algo clave: que los correos complicados, los briefs confusos y las personalidades desafiantes no son la excepción, sino parte del día a día. Y justo ahí es donde se pone a prueba nuestra capacidad para colaborar, adaptarnos y encontrar soluciones creativas. Siempre hay un cliente que manda cambios a las 11 p.m. con un “Lo necesito para mañana”, o un compañero que responde: “Esto no se puede, Ameyalli”, cada vez que propongo algo. Y sí, a veces el impulso natural es renunciar y poner un puesto de empanadas en la playa, pero últimamente, en lugar de frustrarme, descubrí algo distinto: no hay que huir del caos, hay que usarlo como combustible.
Porque convivir con personalidades fuertes no solo te hace más paciente, también te obliga a ser más clara, más estratégica y más humana. Aprendí que poner límites no significa ser ruda, sino profesional. Que pedir ayuda no te quita autoridad, al contrario: te hace consciente de que no estás sola. Que liderar no siempre es saberlo todo, sino mantener la calma mientras lo descubres. Y ahí aparece mi sensei: esa figura sabia que siempre tiene un “no te preocupes, esto lo resolvemos así” o simplemente un “respira, no pasa nada”. Al principio me daba pena recurrir a pedir su ayuda; pero hoy lo veo como parte esencial de mi liderazgo. Porque hasta los buenos líderes saben a quién acudir.
No busco ser la líder perfecta. Quiero ser la líder real. La que resuelve con calma, pero también se ríe del desastre. La que pone orden, pero recuerda que todos somos humanos. La que inspira no porque nunca se equivoque, sino porque acepta que aún está aprendiendo.
Crecer no es dejar de confundirse, sino avanzar a pesar de la confusión. Esa, creo, es la nueva definición de liderazgo: dirigir desde la empatía, no desde la autoridad; colaborar desde la humildad, no desde el ego. No fingir que lo sabes todo, sino atreverte a seguir creciendo, incluso cuando dudas, tropiezas o mandas un “déjame revisarlo” sin tener idea de cómo.
Al final, ser Project Manager Jr no es estar “a medias”. Es estar en construcción consciente. Y si ya estoy en medio del fuego laboral, prefiero ser la que lo usa para cocinar algo increíble… a ser la que solo se quema.